En 2023 se celebra el 50º aniversario de las relaciones diplomáticas entre España y la República Popular China.
En estas cinco décadas, las relaciones entre ambos países se han multiplicado en todos los ámbitos. En el terreno político, se han caracterizado por la estabilidad y por una cierta percepción positiva de España desde China. Sin embargo, y a pesar de este tono, el creciente peso global del país asiático ha ido generando una situación de asimetría. De manera progresiva, esta asimetría ha hecho que España encuadre su posición hacia China en la política de la Unión Europea: existe el convencimiento de que sólo a nivel comunitario y con un bloque cohesionado se puede sostener una verdadera acción exterior con respecto a un país del peso de China.
Algo parecido ocurre en el ámbito económico, en el que la explosión de China, especialmente desde el cambio de siglo, también ha generado un notable desequilibrio, algo que se aprecia tanto en el comercio como en las inversiones. Hay una sensación generalizada, del lado español, de que el terreno de juego no está lo suficientemente nivelado y que no hay una proporcionalidad en el aprovechamiento del potencial de la relación.
Cinco décadas después de la normalización de las relaciones diplomáticas, vivimos un punto de inflexión. España no es ajena al enrarecimiento de las relaciones entre China y lo que podemos considerar un bloque occidental, arrastrado por una creciente lógica de confrontación entre Pekín y Washington. En los próximos años, el reto será navegar un escenario tenso, complejo y cambiante, con una China cada vez más asertiva, para exprimir las relaciones bilaterales y conseguir unos intercambios económicos más equilibrados y beneficiosos para España.